Sé que llevamos toda la vida juntos…
pero necesito despedirme de ti.
Porque siento que de alguna forma no me haces avanzar,
y yo quiero avanzar. Sé que no puedo hacerlo contigo a mi lado.
Gracias por todo.
Sé que algunas veces me has ayudado…
pero me tengo que ir.
Quiero aprender a vivir sin ti.
-¿Nos volveremos a ver?
Supongo que sí, pero te costará reconocerme…
porque habré cambiado mucho.
Seré más valiente.
Adiós MIEDO
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Este mini relato es de Alfonso Casas. Podría decir que es mío y que escribo muy bien. Sería muy fácil llevarme todas las medallas y tu reconocimiento, pero no lo voy a hacer.
Ya no tengo miedo a no ser reconocido. Ya no la busco.
No necesito tu aprobación.
No tengo miedo a ser quien soy.
Hoy te hablo del miedo, ese miedo que te envuelve y no te deja ir. Ese miedo que te atormenta por las noches y te despierta sudando mientras gritas.
Ese miedo que te calla, te acongoja y no te deja actuar.
O quizá ese miedo que te aquieta y aísla, ( y tú añades: “y además no me deja actuar”).
O algo más simple, más básico: ese miedo al miedo
¡Maldito miedo!
Mira.
De pequeño tenía miedo de alzar mi voz. A hablar. A decir lo que pensaba. A no encajar. A confiar en mí mismo.
Siempre he sido un cagado.
En clase no quería salir a la pizarra. Odiaba leer en voz alta y me bloqueaba por el simple hecho de pensar que tenía que levantar la mano para preguntar una duda al profesor.
En clase no estaba solo.
En el mismo pupitre estábamos: yo y miedo.
¿Y tú a qué le tenías miedo de pequeño?
El miedo es invisible, no se deja ver, pero está.
Ahora en serio.
No hace falta ser niño para sentir miedo. De hecho, sentirlo es lo más normal del mundo. Todos los humanos lo sienten. Incluso Donald Trump, Jesulín de Ubrique y Shakira.
No te escondas. Siéntete afortunado porque el miedo es una de las emociones que más nos moviliza y gracias a él, hemos sobrevivido todos estos años. Está en nuestro cerebro primitivo, en lo más profundo de nuestro ser. Huyes, peleas o te bloqueas. Es funcional, pero nada racional. Muy funcional, ahora lo entenderás. Estás de paseo en uno de los sitios más increíbles del mundo: los bosques de Siberia. Te ha tocado un viaje a Rusia con un sorteo del detergente Fairy, estás encantado. Nunca juegas a nada, pero ese viernes se te ocurre participar en un sorteo. Y en menos de tres semanas estás ahí, en una cabaña mágica rodeada de árboles, paz y nieve. (¿en serio? Nunca me toca nada, piensas) Justo lo que necesitabas. Tiempo para ti. Bien, el tercer día te levantas con ganas y después de comerte un bocadillo de chorizo eco, te calzas las botas de nieve y te dispones a dar un paseo. Sales de tu cabaña porque te apetece disfrutar del frío ruso. Llevas un i-watch, pero no te sirve de nada, no tiene cobertura. Tus pisadas se han borrado de la nieve y dudas. De pronto escuchas algo… Mierda. ¿He sido yo o eso era un aullido de lobo?
No es solo uno, sino cinco lobos. (Los lobos son astutos, lo sabes por el cuento de los 3 cerditos y el de Caperucita). ¡Exacto! La manada de lobos huele tu aliento a chorizo eco en la distancia.
Y... (no voy a continuar la historia porque ya te la has imaginado). Mira. Tu cortisol está por las nubes y tu sistema simpático está trabajando de lo lindo. Tus funciones ejecutivas y cognitivas se bloquean y solo te queda lo más primitivo. Eso es miedo, es necesario para defenderse, correr y/o atacar. (Es un ejemplo tonto, pero nos ayuda a caricaturizarlo). Lo bueno: no vivimos rodeados de lobos. Lo malo: nos los imaginamos muy fácilmente. Todo lo demás, no es miedo. Son tus pensamientos. Son tus inseguridades. (Quizá las que te crees todavía de pequeño). Las mismas inseguridades que están también cuando educamos, guiamos y acompañamos a nuestros hijos. (Las mismas que lo más seguro le pases si no le pones foco)
Já
¿Y cómo lo hago?
Yo no te voy a decir cómo vencer tus miedos, porque suficiente tengo con los míos.
Pero he aprendido una cosa. Cuando te enfrentas a ellos y los reconoces ya no son tan temibles ni GRANDES como parecían. Dicen cuando les das cabida, hablas con ellos y los invitas a un té matcha se hacen más pequeños. Que cuando los compartes, sienta mejor.
Si quieres guiar y acompañar a tus hijos en un ambiente seguro, cómodo y relajado, te puedo dar un último tip.
Trabaja tus miedos, reconócelos y compártelos.
Se me ocurre, si quieres compartirlos con tus hijos, aquí (me refiero rellenando los diarios JapiGuay).
Seguro que ellos están encantados de compartir los suyos contigo.
Diarios Japiguay (sin miedo o con él) *** Escribo cada día para provocarte y hacerte mejor persona cuidadora. Solo para familias que quieren lo mejor para sus hijos. Día que no estás dentro, aprendizaje y reflexión que te pierdes. *Suscríbete a la Japiletter
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